Dolega

LOS MAMEYES DE DOLEGA Y SU VÍNCULO CON LA SAVIA AZUCARADA DE LA CAÑA

 

paisaje de los mameyes

Una actividad económica típica por la que podría identificarse a Dolega, en la provincia de Chiriquí – particularmente, en sus tierras altas y medias-  es por la producción de la panela o raspadura.

De hecho,  hay un episodio  histórico regional que  consigna el coraje y valentía de los pobladores de esta zona vinculada, de alguna manera, con la savia azucarada de esa planta que desde el período de la colonia destaca dentro del paisaje dolegueño:  la caña de azúcar.  

Nos referimos a la Batalla de los Guaraperos en la cual, nativos de este distrito formaron, al mando del líder conservador José Aristides de Obaldía, un batallón para luchar contra los liberales y protagonizaron un incidente bélico de trascendencia que vino a reafirmar el deseo cada vez más creciente de los chiricanos de regir su destino, al margen de los conflictos sangrientos protagonizados en Colombia.

De Dolega, tres han sido los pueblos que históricamente se han dedicado a la poducción de la panela: Potrerillos, Rovira y Tinajas.

 

         Señor Clemente Guerra y señora Felícita Fuentes de Guerra 

Del corregimiento de Potrerillos, entrevistamos a un productor de este rubro, un patriarca del sector de Los Mameyes, el señor Clemente Guerra Pittí, quien, a sus más de ochenta y tantos años de vida, mantiene la unidad familiar y le da valor a sus descendientes, hijos y nietos que continúan con la actividad de sembrar, cosechar y moler la caña de azúcar para elaborar de modo artesanal la panela, indiscutible protagonista del desarrollo y surgimiento de este grupo familiar. Junto a su esposa, Felícita Fuentes Jiménez, crió a sus seis hijos con ejemplos de trabajo, dedicación y esfuerzo. Poseedores de los conocimientos básicos sobre la actividad de elaborar la panela aprendida, de sus antecesores, hicieron de ésta la actividad económica clave para educar a sus hijos, formar un capital y desarrollar los sueños normales de una familia.

 

Su hijo, Diógenes Guerra, de 58 años, creció viendo cotidianamente el trabajo con la caña de azúcar y, al igual que sus hermanos tenía responsabilidades concretas dentro de la actividad económica familiar. El también nos cuenta sus vivencias y nos proporciona datos interesantes de cómo fue y ha sido la actividad panelera en la región. 

Entre el 2003 al 2007 presidió en el nivel nacional a los productores de panela y miel. Y entre 2006 a 2009 fue presidente de la Red de agroindustria rural de Chiriquí, posición que le permitió entrar en contacto con productores diversos de otras regiones del país preocupados por obtener el reconocimiento y la protección de las autoridades vinculadas con el sector agroproductivo. 

 Perdidos en el tiempo quedan los pioneros de la actividad, pero ellos saben que por la década del 30, llegaron provenientes de Cochea Central, la pareja conformada por José Manuel Guerra Pittí y Máxima Pittí (“Papacito” y “Mamacita”, sus abuelos paternos) y de ellos aprendieron a sembrar los cañaverales y a procesar la caña de azúcar. Imaginemos ese tiempo, sin caminos de penetración, sin energía eléctrica, sin agua potable, con una naturaleza exhuberante, de aguceros torrenciales, en unas tierras con elevaciones arriba de los mil metros sobre el nivel del mar y con las bajas temperaturas que caracterizan esta región, muy próximas a las faldas del volcán Barú.  Sembraban entonces, aproximadamente, una hectárea de caña y debían cortarla y transportarla del campo a la galera, en hombros o a caballo. Los trapiches eran de madera, con tres bolos, tirados por dos bueyes, con pailas redondas de hierro. 

Para realizar una jornada casi un día entero: de 5:00 de la mañana a 6:00 de la tarde, se requerían mínimo tres personas: dos moledores en el trapiche y uno en la hornilla y se producía de 1 a 2  “pailás” de miel para la raspadura.   Hasta entrada la década del 50, el ciento de “ataos”  o raspaduras, solía venderse en tres dólares, en la cabecera del corregimiento o en la capital de la provincia.   A partir de 1975 se cambian los trapiches de madera por trapiches de hierro  movidos por un solo buey; para realizar el trabajo se requerían dos hombres únicamente y la producción podía ser diaria y rondar las 6 “pailás” semanales, según fuera la estación seca o lluviosa.  

No es sino a partir de la década del 90, con la llegada de la energía eléctrica, que pueden hacer la transición hacia el trapiche motorizado, de acero inoxidable, adecuar la galera y cumplir con ciertos estándares de calidad para garantizar su permanencia en el mercado. Habilitaron el trapiche con las cañerías necesarias para que el proceso de trasladar el jugo molido a las pailas de acero inoxidable fuera directo, rápido y sin tanto contacto manual. Todo lo cual permitió acortar el tiempo de cocción y secado de la panela en hora y media a dos horas.

Margarita Guerra, hija del octogenario poductor, también prepara el dulce (Panela Caballero). Pero un hijo y dos nietos del patriarca son los que continuan trabajando en la finca original y su emprendimiento lleva por nombre Panela “La Única”.  Actualmente, por semana pueden estar preparando un promedio de 15 “pailás” semanales y lo hacen en 2 o 3 días, lo cual indica que los tiempos de producción se han acortado y aumentado el número de unidades. No obstante, el trabajo es enorme, los costos siguen siendo altos y el precio que paga el intermediario es bajo, comparado con los precios como se adquieren las panelas en los supermercados.  Todo ello ha incidido en la disminución creciente del número de productores de la región que se dedicaban plenamente a esta actividad, debiendo intercalar otros rubros o buscar otras fuentes de ingresos para el sostén de sus familias.

Entre otros productores del sector de Los Mameyes que se desarrollaron al abrigo de esta actividad, se recuerda a la familia González, a la familia Patiño, a los Caballero, a Santiago Lara; y  para el sector de Cabecera de Cochea, a Eduardo y Orlando Jiménez.

Los típicos procesos presentes en la elaboración de la panela, de tipo artesanal son los siguientes: corte de caña, transporte al trapiche, extracción del jugo de la caña, traslado del guarapo a las pailas, mezcla del mozote con el guarapo, fase de cocción donde se extrae la cachaza; evaporación, miel, punto de panela, traslado a la batea, batido, moldeado, enfriamiento y empaque.  En la hornilla, la fase de cocción del jugo se hace en 2 grandes pailas de acero inoxidable. Cada paila con una capacidad de trece a catorce latas de jugos. El tiempo de cocción es de aproximadamente una hora veinticinco minutos, hasta que el jugo llegue al punto de miel y luego al punto de dulce; utilizan cazos: uno para vaciar el jugo, otro cazo con hoyos para limpiar la cachaza o suciedad de la miel o el guarapo. Para la limpieza del jugo utilizan corteza de majaguillo o de balso, que hace que las partículas de suciedad del jugo se adhieran al mozote y también la corteza del cahíllo, que se remoja y machaca para obtener una especie de gel espumosa que se deposita en el jugo para sacar las impurezas; con los cazos se pasa el producto a la batea donde se batirá para espesar el dulce y luego con la espátula se deposita en un coco de donde se hace el vaciado a los paneles o moldes donde se endurecen y se forman los bloques de dulces cuadrados.

Antes los “ataos”  eran redondos y se envolvían en hoja de bijao y podían costar  alrededor de 30 a 50 centavos. En la actualidad, en la mayoría de los casos, se encuentran los dulces de cuadros, en bolsitas plásticas, que luego son vendidos a 60 centavos en el sitio, finca o galera de producción, pero que ya colocados en los supermercados y dependiendo del estatus de éste, se pueden adquirir en precios variados que rondan los 98 centavos o hasta en un dólar con sesenta centavos.

Dos años deben transcurrir para el corte de la caña, que es selectivo. Y la que más utilizan es la cristal o la reina.. Nuestros entrevistados sostienen que la panela que ellos producen es totalmente orgánica y de calidad, determinada, más que por el tipo de caña, por las condiciones de altitud, calidad de los suelos y la temperatura muy fresca, lo que influye en la concentración de sacarosa, glucosa y demás elementos que contiene esta planta.

Utilizan solo semilla de cogollo, siembra a chuzo, sin abonos químicos, control manual de la maleza, con un método mecánico de extracción del jugo, sin cal para limpiar el producto. Conocen su suelo porque lo han analizado (marrón gris, con agregados), reutilizan el bagazo como abono orgánico y para el fuego de la cocción; de mayo a diciembre tienen abundantes lluvias, con temperaturas entre 25 a 30 grados y realizan labranza mínima amigable con el entorno, factores todos que inciden en la producción de la caña.

Finalmente, tanto el señor Clemente Guerra como su hijo Diógenes coinciden en que la actividad panelera tanto en la región chiricana como en el resto del país pudiera ser más rentable si los entes que la regulan estuvieran en verdad comprometidos en apoyar a los productores, pues las instituciones estatales han establecido normativas sin consultar debidamente al sector. Y aunque el  BDA ha destinado fondos  para mejorar la infraestructura de algunos productores, las exigencias en materia de salud suelen ser muy estrictas, equiparando la actividad con otras de mayor envergadura como las cárnicas o lácteas donde los niveles de contaminación son mayores o de mayor riesgo.

Ellos piensan que en el futuro  inmediato la rentabilidad dependerá de la extensión de siembra y de las inversiones privadas; saben que la mayoría son productores pequeños que no cuentan siquiera con los registros sanitarios  y la actividad camina “casi paralela” al sistema,  asfixiada por costos altos y las fluctuaciones de un mercado exigente, que los obligan a invertir en otros rubros.

Se sienten orgullosos del legado de trabajo de sus antecesores y consideran que la clave para mejorar la actividad, estaría en la unión de los productores nacionales, no sólo para exigir a las instituciones el apoyo que requieren, sino para ponerse al corriente de las tecnologías necesarias para competir en este mundo globalizado. No obstante, reconocen que esa es una materia pendiente en la que todos, lamentablemente, hasta la fecha, han reprobado.

PASAJES DE DOLEGA…

El doctor Alberto Osorio Osorio señala que Dolega fue fundada por Gómez Suárez de Figueroa en 1671. Este distrito, cuyo nombre se traduce en lengua doraz, como el “sitio del colibrí” o la “mata del visitaflor. Tiene actualmente 8 corregimientos: Dolega, cabecera, Dos Ríos, Los Algarrobos, Los Anastacios, Potrerillos, Potrerillos Abajo, Rovira y Tinajas. Habitan el distrito, según estimaciones, unos 15,061 habitantes.

El historiador Rubén Darío Carles en su obra «220 años de historia colonial en Panamá» establece la posibilidad de que Fray Antonio de la Rocha fundó el pueblo de Dolega en 1635.

Mientras que el historiador Alberto Osorio, indica que la fundación pudo ser posterior a este año, en 1671, por acción de Gómez Suárez de Figueroa.

Ernesto Castillero Reyes, por su parte, señala que el pueblo fue fundado con el nombre de San Francisco de Dolega, en 1795, por los frailes franciscanos encargados de las misiones de indios.

Aunque no existen concordancias cronológicas entre los historiadores nacionales para la fecha de fundación de Dolega, están de acuerdo que los primeros pobladores de esta región fueron los indios Doraces.  

En 1862, la Asamblea del Estado de Panamá estableció por ley que el Departamento de Chiriquí quedaba dividido en once distritos, en el cual se incluía a Dolega.

En febrero de 1866, se inició en Dolega un movimiento sedicioso al mando de Aristides de Obaldía. Los insurrectos dolegueños conocidos como los «guaraperos» apoyaban al autoproclamado Jefe de Estado Santiago Agnew. «Noventa hombres, entre voluntarios y reclutas, casi todos de Dolega, a cuyo mando se puso Obaldía, atacaron el cuartel de David, donde los alzados contra el Gobierno se hicieron fuertes» (Culturama, 1991. Pág. 2). La acometida de los dolegueños obligó a la rendición de los rebeldes.
Según Castillero, el distrito de Dolega fue suprimido en 1868 y «anexado al distrito de Boquerón, agregación que duró apenas dos años, pues en 1861 volvió a restablecerse el distrito…» (Castillero, 1968, Pág. 14).

Con el advenimiento de la República en 1903, el distrito de Dolega se mantiene como unidad política y administrativa de la provincia de Chiriquí. De acuerdo con Osorio, en 1904, este distrito contaba con unos 4,259 habitantes.

Etimología. Según la maestra Beatriz Miranda de Cabal, el nombre Dolega proviene de dos términos usados por los indios doraces: Dole: colibrí, go: mata lo que quiere decir «el lugar del colibrí», naturalmente se fue modificando con el tiempo.

Para historiador Rubén Darío Carles en su obra «220 años de historia colonial en Panamá», el nombre de Dolega parece tener diversas acepciones. Se acepta por tradición que la palabra Dolega es un lenguaje doraz que significa «sitio del visitaflor o mata del colibrí. Dole: colibrí o visitaflor; Go: mata o sitio.

El historiador Alberto Osorio indica que uno de los caciques de los doraces se llamaba Dolegaya. Presuntamente, de este nombre indígena algunos ven la derivación de la actual denominación de Dolega.

¿A DÓNDE VAMOS?

Si el hombre insiste en arrasar los montes

y las aguas segar, con su ceguera,

el porvenir que a todos nos espera

es de sombras nomás, sin horizontes.

 

Las gracias y verdores de los prados

serán recuerdos más que realidades.

Y pestes, sed, angustia en las ciudades

harán de todos seres desgraciados.

 

¿Será que ya no queda en el planeta

un poco de razón, de entendimiento,

que frene el disparate ecocida?

 

Para que la desgracia sea completa,

no falta mucho ya; y cualquier momento

podría ser el último de vida.

D. L. Pitty

Potrerillos, 27 de agosto de 2015